La expresión hispana mal traducida, que da origen al título de este proyecto, es “alma de cántaro”, según la RAE significa: “Persona sumamente ingenua, pasmada o insensible”, adjetivo que usa Cervantes hacia El Quijote.
Según Pancracio Celdrán tiene que ver con la voz griega (καλλικάντζαρος) kallikantzaros, “alma en pena”, por su asimilación semántica y similitud con el vocablo cántaro, aunque también puede interpretarse como un juego de palabras entre el alma como “entendimiento” y la “parte hueca de ciertas cosas”, la metáfora de alma vacía.
Pero a esa parte hueca la denominamos alma, sólo cuando ese vacío tiene un valor práctico, como en el alma de un cañón , de un cántaro o de una guitarra... sin su vacío el objeto carecería de función, de ahí la reflexión inicial. En el sentido humano el vacío del kallikantzaros tampoco deja de tener un valor, dentro del alma en pena habita una parte de dolor por la pérdida, la fugacidad… y finalmente la aceptación.
La expresión lingüística es cariñosa, exime de maldad al interpelado, al que se cree movido por su buena intención y su falta de seso, como el Quijote. El alma de cántaro no ceja en esa idea equivocada, esa búsqueda del ideal, de la utopía… que no deja de ser una tarea inalcanzable, por lo tanto una actividad que conduce irremediablemente a la melancolía en su imposibilidad. El proyecto podría haberse llamado "El vacío útil", en un principio, representando objetos que sin aparente valor, -más que como elementos decorativos- poseen ese vacío que justifican su forma, como el ciervo de cartón decorativo, pero el título pierde su sentido de utilidad física ya que el propio ciervo esconde en sus huecos experiencias personales. Como la silla vacía en la habitación, la caseta del perro, la copa sin dueño o la puerta entreabierta que deja entrar esa luz que abunda en el exterior y escasea dentro.
El hueco de todas las cosas que pasan y, de un día para otro, solo nos queda el recuerdo, la ausencia.
Y nos inunda un profundo vacío al que le buscamos -como Alonso Quijano- un sentido, mientras somos plenamente conscientes que este bucle no tiene fin. Vagamos en la eternidad de ese abismo, como esa alma en pena, como un alma de cántaro que intenta representar lo que ya no está, pero aún así, sigue siendo útil en su ausencia.
Enfrentarse a un proyecto artístico, desde mi punto de vista, no es hacer una reflexión psicológica o pseudo científica, sino dar salida a conceptos que se escapan a esas materias, y que solo el arte puede englobar. Conceptos, sentimientos para los que no hay una definición posible, pero si una melodía o un libro o una obra, ya que su definición se encuentra en ese mundo del vacío, un pozo que siempre ha estado ahí, la prisa y el positivismo -hoy ya en decadencia- no nos deja asomarnos, y quizá también ese miedo, pero no a lo que veamos dentro, si no a nosotros mismos.
La nada nos une, es matemáticamente igual para todos, como decía Borges en esa botella al mar que es en la dedicatoria “a quien leyere”: nuestras nadas poco difieren.
Este proyecto es quizá, enfrentarse a ese vacío, esa casilla del tablero del juego, el pozo al que asomarnos, esa parte hueca de nosotros mismos.
¿Donde vas alma de cántaro? ...me decía mi amigo Jorge Cerquera a cuya memoria dedico estas líneas y este proyecto.